La mayoría de las economías desarrolladas están en recesión. Esto quiere decir que la actividad económica es muy baja: la mayoría de las empresas no invierten sino que desinvierten (expulsan trabajadores, se deshacen de maquinaria y de locales, echan el cierre, etc), la mayoría de las familias no consumen sino que ahorran lo poco que ganan, y el sector público –a pesar de ser el único que podría impulsar la actividad económica mediante la inversión pública– no hace sino reducir su actividad. En consecuencia, el dinero no circula por la economía y esto en un sistema capitalista supone elevados niveles de desempleo y de pobreza.
Si fluyese el dinero la cosa cambiaría: las familias podrían consumir más, las empresas podrían invertir más (contratando, comprando maquinaria…), el sector público invertiría más, etc (1). Por esto mismo uno de los objetivos declarados de los gobernantes es que el dinero vuelva a fluir por buena parte de los poros de la sociedad. El problema es que hoy día, tal y como están configuradas nuestras instituciones económicas –y concretamente desde que suprimieron la banca pública–, la única forma de que haya más dinero en circulación es contando con la actuación de la banca privada. Como se explicó en este artículo, el banco central hoy día no tiene forma de transferir dinero a los agentes económicos, sino que primero se lo transfiere a los bancos privados, y luego éstos se lo transfieren al resto de agentes (y en el camino multiplican esa cantidad creando dinero bancario). Como ya se sabe, este dinero es transferido en forma de préstamos y con unos intereses añadidos que es al fin y al cabo la forma con la cual los bancos hacen negocio (2). Los bancos centrales disponen de una serie de mecanismos (leer este artículo para conocerlos) mediante los cuales intentan influir en el comportamiento de los bancos privados y lograr que faciliten más o menos préstamos a las familias y empresas. Desgraciadamente desde que estalló la crisis estamos viendo que estos mecanismos no están funcionando: los bancos privados continúan sin conceder créditos a pesar de los intentos por parte del Banco Central Europeo. ¿Por qué ocurre esto?
Podemos clasificar los motivos más importantes de la siguiente forma: